El autor de la presente columna tuvo la oportunidad de
leer uno de los mejores libros que se haya escrito sobre la esquiva Paz en
Colombia; de la autoría de Gabriel Cifuentes, “La Paz en su Laberinto”. Sin
ser un experto en el tema, el presente se pudo palpar más sobre el trabajo
hecho, sobre los Diálogos y el Acuerdo de una Paz estable y duradera, que se
libró durante más de cuatro años entre el Estado Colombiano (en cabeza de Juan
Manuel Santos) y la extinta Guerrilla de las Farc, y se hizo un comparativo con
diálogos similares hechos anteriormente, trayendo la conclusión de lo que se
firmó en el Teatro Colón el 24 de noviembre de 2016, es lo mejor que se ha
logrado en materia de calmar el orden público en el país, así como el análisis
de las causas del conflicto interno armado, que se libró en el país durante
sesenta años. No es cuestión de firmar las pases, de prometer no utilizar más
las armas; va más allá de las causas del mismo (determinar los problemas para
poner en práctica las soluciones correspondientes), de escuchar a las víctimas
y a terceros que se involucraron en el mismo (bien sea de manera ideológica y/o
militar), que es preferible una paz imperfecta que una guerra perfecta.
Se compone primero de un prólogo del Expresidente Juan
Manuel Santos, donde hace un relato sobre como se llegó en su mandato a estos
diálogos, luego de estar durante más de veinte años en la parte más cruel del
conflicto, con la llegada del paramilitarismo y del narcotráfico, así como de
la radicalización de ciertos sectores políticos (tanto de izquierda como de
derecha) sobre una solución militar al mismo, cuando era prácticamente
imposible, como si les conviniese mantener el negocio de la guerra. También
había contribuido una guerrilla permeada por todo tipo de hampa (principalmente
el narcotráfico), que se había despojado de sus ideales políticos, de denunciar
las injusticias sociales y de promover la izquierda a nivel político, para
transformarse en una recua de delincuentes que solo querían tener sus bolsillos
llenos de dinero mal habido; la violación de los derechos humanos era un asunto
desechado, los desplazamientos se convirtieron en sus referentes de victorias
pírricas. Pero se regresó a las causas políticas para lograr calmar en algo el
conflicto armado interno con la guerrilla más antigua del hemisferio occidental:
las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, alias Farc, las de Jacobo
Arenas y Manuel Marulanda Vélez (Tirofijo).
Después se desarrollan las fases que antecedieron a estos
diálogos, que tanto irritaron al Uribismo Mojigato y Pendenciero. Primero, una
reseña histórica de todos los conflictos armados que han existido en Colombia,
desde hace más de 200 años, de donde se extraen unos datos interesantes; la
primera rencilla armada se dio entre centralistas y federalistas, lo que “dio
papaya” a la reconquista española, bajo el mando del tirano Pablo Morillo. Después
de la victoria definitiva en el Puente de Boyacá, las desavenencias políticas
entre Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander, se mezclaron con armas,
trifulcas (caso Manuelita Sáenz y Bernardina Ibáñez), con la Conspiración
del 25 de septiembre de 1828, cuando Manuelita protegió a Bolívar de un intento
de asesinato en el Palacio de San Carlos, lo que condujo al destierro de
Santander durante cuatro años, cuando pudo regresar después del fallecimiento
del Libertador. Después vinieron las diferentes guerras civiles entre los
godos y los cachiporros de ese entonces, que trataron de calmarse con las
promulgaciones de nuevas constituciones, pero que fueron en vano ya que no
había mayor vigilancia del cumplimiento de lo acordado, no había entes
nacionales ni internacionales de confianza.
En el Siglo XX, se arrancó con la Guerra de los Mil Días
y la separación de Panamá, en la hegemonía conservadora se consideró al
liberalismo como un movimiento peligroso, lo que condujo a la creación de
guerrillas liberales. Con el regreso del Partido Liberal a la presidencia en
1930, llegaron los chulavitas. Este conflicto bipartidista estuvo marcado por
un magnicidio: Jorge Eliécer Gaitán (09/04/1948). Después llegó el Frente
Nacional como un tratado bipartidista, que no pudo impedir la llegada de las
guerrillas comunistas en la década de los sesentas, de las cuales queda el ELN.
En los ochentas, los frustrados diálogos de paz en el Gobierno de Belisario
Betancourt; el reintegro del M-19 y otros grupos a la sociedad, que coincidió
con la promulgación de la Constitución de 1991 (a la cual se apegaron los
puntos del Acuerdo Final de Paz con las Farc en 2016), donde hubo
representación fuerte del antiguo grupo guerrillero. La Zona de Despeje durante
el Gobierno (desgobierno) de Andrés Pastrana, con una frustración grande. La
Seguridad Democrática que si frenó en algo a las Farc, pero le dio alas al
Paramilitarismo (Justicia y Paz sin mayores herramientas), y finalmente, el
Acuerdo del Teatro Colón, y los problemas que tiene tras su incumplimiento por
parte del Estado (Gobiernos Duque y Petro), pero como dice Gabriel: “El
Acuerdo Final de la Habana, además de poner fin al conflicto con premisa social
y económico de largo aliento”, es un aliciente de esperanza.
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