Durante
50 años se ha librado una guerra contra las drogas, con EEUU y Europa Occidental dictando la normatividad, imponiendo la
guerra y señalando los muertos de la misma; mientras que en los países
pobres el narcotráfico gana terreno fértil, imponen sus armas, determinan las
ejecuciones y se alían con políticos y empresarios faltos de conciencia, para quienes todo vale y solo se necesita
tener el bolsillo lleno de dólares. Han empezado a aparecer voces pidiendo
la legalización de las drogas para quitarle poder al narcotráfico (que no
aparezcan más Patrones del Mal ni más Talibanes), que la hoja de coca, la
marihuana y la amapola en si no son culpables de su mala administración, que
nada justifica su erradicación y aspersión (aviones echando veneno por la cobardía
e incompetencia de los gobiernos), así como el absurdo orgullo por los civiles,
policías y militares caídos en acciones sicariales, ni las falsas
felicitaciones de las grandes potencias (en realidad impotentes frente al
caso); es decir, hay que enfrentar al rival con legalización, prevención, apoyo
logístico a sembradores y aceptación de que éstas no son las únicas adicciones,
tal como se puede leer en el Testimonio de
una Lucha contra el Alcohol y la Droga (Aura Lucía Mera, 1995); existen
adictivos igual o más graves como el juego, el sexo, las tecnologías, los
falsos ídolos y las políticas intolerantes.
¿Quiénes
se oponen a la legalización? En el caso colombiano; el conservatismo radical,
el centro democrático y el procurador; un tridente propio de la Divina Comedia
(Dante Alighieri); para ellos, el solo
mencionar el asunto es pecado mortal, llegar al averno para ser cocinado por el
diablo en un suculento caldo de dolor y sufrimiento (estilo Carlomagno); basta
con verlos bailando y saltando en los cultivos ilícitos cuando los aviones les
pasan por encima echándoles glifosato a la lata (¿les producirá algún efecto? Volverlos
más intolerantes y agresivos, si); a propósito, hay una decisión del Consejo de
Estado que debe ser acatada y cumplida sobre la minimización de estos vuelos. A propósito del tema, durante el Imperio de
la Seguridad Democrática, en un arranque populista del gobierno de ese
entonces, ofreció trabajo de erradicadores manuales a diestra y siniestra,
supuestamente para luchar contra el narcotráfico, cuando en realidad era unos
infames falsos positivos; estos trabajadores llegaban como carne de cañón a los
cultivos ilícitos para caer en campos minados, limpiándole el paso a las
autoridades quienes llegaban para tomarse fotos al lado de los cultivos
arrasados. Las persignaciones del procurador y los ultraconservadores, quienes
consideran a la extradición como la mejor aliada en la materia (tienen sus financiadores
dentro del radicalismo republicano gringo), argumento que se está cayendo a
pedazo como la ortodoxia, no es sino mirar la cantidad de inocentes
extraditados bajo el pretexto de demostrar resultados y recibir falsos saludos
internacionales; eso sin dejar de lado que narcotraficantes de gran poder que
están allá gozando de los privilegios de cárceles gringas, echan cualquier
cuento y en un par de años regresarán a vivir como patriarcas.
Hay
presidentes valientes como el uruguayo Pepe Mujica, quien ha puesto el dedo en la llaga con la siguiente pregunta; “¿Qué es más grave, la droga o el
narcotráfico?. Se atrevió a ser pionero en el continente sobre la
legalización de la marihuana en su país, enfrentándose al narcotráfico
creciente en Argentina y Brasil. Considera que la ilegalidad y la represión son
los peores absurdos de hoy (y los resultados le dan toda la razón). Entre
tanto, en Colombia, ¿qué se ha hecho? Por ahí el Alcalde Gustavo Petro quiso
poner en marcha centros de atención a los drogadictos (más conocido como
Camad), durante unos días dieron sus frutos positivos, pero luego cayeron en el
malgenio del burgomaestre y hoy en día no existen; hay egos que enceguecen.
Lo que es la vida; del bipartidismo
tradicional han salido dos propuestas bastante interesantes sobre el tema, que
si bien producen resquemor en una sociedad mojigata como la colombiana; también
tienen sus puntos de vista interesantes que hacen reflexionar en sus bondades a
corto, mediano y largo plazo. La primera
proviene del Senador Liberal Juán Manuel Galán (hijo del líder político Luis
Carlos Galán, asesinado por narcotraficantes inescrupulosos y que hoy en día
tienen parientes en el congreso como si nada). Ha llevado al legislativo la
propuesta de legalizar la marihuana con fines terapéuticos y medicinales, dado
los excelentes resultados producidos en otros países para enfermos con cáncer y
epilepsia principalmente. “Quiero referirme a estas últimas: las cosas que elegimos no
saber. En un tema tan delicado para este país como el de la lucha contra el
narcotráfico, que le ha costado a Colombia una de las tasas de homicidios
más altas del continente, un creciente aumento del consumo interno que no hemos
podido controlar a través de medidas prohibicionistas, y corrupción de
funcionarios públicos, no podemos darnos el lujo de decidir permanecer en la
ignorancia sobre las consecuencias de las decisiones de política pública”. Palabras extraídas del blog del Senador (Congreso
Visible), donde se refleja que el asunto de la ilegalidad solo está pegado a
pura etiqueta y apariencia social, no se justifica que por no perder estatus,
el problema quede enterrado, sin que nadie se preocupe por una sociedad que lo
padece.
Hay otra propuesta, que no
es contradictoria, al contrario complementaria, hecha por el dirigente conservador con ideas de avanzada Daniel
Raisbeck; consiste en la legalización de las drogas para su control, puesto que
podría beneficiar el campo, la equidad social, el Medio Ambiente y el Desarrollo
Sostenible de un país como Colombia con hermosos ecosistemas. En su sitio
web, se pueden leer las siguientes líneas sobre el tema: “En
Colombia hemos vivido una larga serie de batallas contra distintos carteles de
droga y grupos armados financiados con el narcotráfico. El país ha sufrido la
muerte de 450.000 ciudadanos y el desplazamiento de 4 millones más. La
guerra ha condenado a millones más a la pobreza durante décadas. El éxito en la
lucha contra el narcotráfico, sin embargo, es precario en el mejor de los
casos: en Colombia, los cultivos de cocaína disminuyen un año sólo para
aumentar al siguiente”. ¿Cuándo
será que las autoridades dejarán de mostrar pecho por los muertos y se volverán
agentes proactivos en la prevención de las adicciones?
A nivel ambiental y sostenible, la
legalización sería una gran aliada; no solo le quitaría a los grupos ilegales
su principal fuente de financiamiento, sino que alejaría la destrucción de
parques naturales para darle paso a estos cultivos, se tendrían más
instrumentos legales para combatir el microtráfico y el macrotráfico, habrían
más alternativas para los pequeños cultivadores y campesinos, y lo mejor del
caso, se acabaría con la aspersión nefasta. ¿No creen que si algo similar se
apliacase la minería e industria petrolera ilegales, se mejoraría la situación?
Finalmente un mensaje para quienes aún
creen en la represión, no se debe ser tan obtuso ni tan iluso.
PD1: ¿Está llegando el fin de la
extradición como arma de lucha contra la delincuencia?
PD2: Para que un país sea sostenible,
debe ser tolerante y respetuoso. Casos como el de Sergio David Urrego no deben
volverse a repetir.
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