Dicen
que las fronteras supuestamente son para unir vecinos y amigos, no se pone el
término hermanos porque suena falso. Pero
a lo largo de la historia del mundo, se ha demostrado que en las fronteras
pueden estallar los peores conflictos, desde aquellos que son llevados con
argumentos y a veces con palabras de alto calibre, hasta donde las armas
imponen su ley. Basta con mirar las dos últimas guerras mundiales, las cuales
comenzaron con invasiones entre países vecinos, la famosa guerra del petróleo
en 1991, cuando la Irak de Saddam Hussein, en un arrebato ególatra invadió
Kuwait, la guerra del futbol que se desarrolló durante varios días en el límite
entre Honduras y El Salvador (1969) y los conflictos que ha tenido Israel (en
una actitud codiciosa) con sus vecinos de Líbano, Siria, Jordania y Egipto. El
caso de la presente columna es propio, por cuanto le tocó a Colombia la no muy
agradable misión de soportar como vecina a Venezuela, que desde los tiempos del
Bravo Páez, ha tenido una obsesión con invadir y dominar el país del sagrado
corazón de Jesús, donde han participado de igual manera el chavismo en los
últimos quince años, como la oposición cuyos progenitores han sido adecos y
copeyanos (muchos de los cuales viven como reyes en Miami y rumiando venganzas).
¿Cuál
es la zona de interés? El Golfo de
Coquibacoa, o de Venezuela, como lo dicen en forma grosera los vecinos. Comprende
zonas terrestres, marinas y submarinas, cuya delimitación ha sido un problema
de casi 200 años, principalmente debido a la injerencia militar (¿mala leche?)
de las fuerzas armadas de ese país. El litigio con Venezuela viene desde las
razones de Bolívar para Santander y viceversa; no es sino mirar que cuando hay
una crisis allá, el presidente de turno llega a la frontera a ejercer
soberanía, incendiando el ambiente y realizando gestos obscenos contra
Colombia, incluyendo, quienes tienen familia colombiana, como Carlos Andrés Pérez.
Y lo peor, hay personas de nacionalidad
colombiana que quieren sacar beneficio politiquero con estos hechos, para la
muestra, Ernesto Samper y Piedad Córdoba alineados con el chavismo de Maduro y Cabello;
mientras que Uribe y Claudia Gurisatti están del lado de la oposición
encabezada por Leopoldo y Capriles. Macondo ha tenido que soportar con
paciencia los desplantes de Telesur y Globo Televisión, los trabajitos de mano
negra de Isis Varela y JJ Rendón, así como la injerencia de José Vicente Rangel
y José Arata, el poderoso de Pacific Rubiales.
¿Última
novedad de este caso? Hace unos meses, el gobierno cojo de Nicolás y Diosdado,
emitió un decreto con el número 1787 creando las Zodimain (Zonas Marítimas de
Defensa Marítima e Insular), a lo largo de sus fronteras acuáticas en el
Caribe; incluyendo las que tiene con Colombia, Antillas, Trinidad y Tobago,
Guyana y demás países del Caribe. Esto ha causado un malestar general en la
región, dado que se entiende que no es más que un cartucho del débil chavismo
(con la bendición de la oposición) para demostrar poderío militar inexistente
(a no ser que Rusia y China se sumasen a estas tareítas, para asustar a los
gringos) y tratar de buscar petróleo a la lata, para suplir la escasez interna.
El caso más grave es el de Guyana (miembro de la Commonwealth, ya que fue
colonia británica durante cuatro siglos), ¿porqué empezó? El gobierno guyanés dio
vía libre a la Exxon para explorar un pozo offshore cerca a la frontera con la
patria natal del libertador, lo cual despertó ciertas codicias y ciertas
ambiciones militares en el Pueblo Bravo, como diría su himno. El gobierno
guyanés no se quedó quieto y puso una fehaciente nota de protesta, el chavismo
a través de su canciller Deicy Rodriguez (célebre por su malgenio no tan
diplomático) trató de modificar coordenadas y datos, pero de nada sirvió. La
furia guyanesa se hizo sentir en el Caribe, y en Unasur, advirtiendo que no se
dejarán amedrentar y que harán respetar su territorio, para impedir la llegada
del antiambientalismo chamo. Lección para otros países.
¿Qué pasa con Colombia? El gobierno,
de una manera pasiva y diplomática, hizo sentir su voz de protesta, sumando de
que el vecino dijo que le estaban exportando pobreza (según, palabras del genio
que habló de la multiplicación de los penes, con el silencio de María Corina).
Eso sí, el vecino chilló de que aquí se estaba fomentando el antivenezolanismo
(como si allá no existiese el anticolombianismo), que se cometía una injusticia
porque el imperio yanqui quería acabar con el socialismo siglo 21, etc. ¿Luego
qué pasó? Las aguas medio se tranquilizaron cuando salió el Decreto 1859,
quitando las coordenadas y dando vía libre a la resurrección de la Comisión
Binacional, que estaba inactiva desde 2009, cuando llegaron “vete al carajo” y “dé la cara, sea varón”. Todo parece indicar que esa comisión
trabajará en el tema, pero si se le puede pedir a la delegación colombiana que
tengan mucho ojo, porque esto ha contribuido al problema de hambruna presente
en La Guajira, así como a la desaparición lenta del Santuario Nacional de Flora
y Fauna Los Flamencos (bella ave en peligro de extinción).
PD1:
Todavía se sienten los efectos antiambientales del Carrusel de la Contratación.
Y eso que ya se vino el de la línea 123 en Bogotá.
PD2:
La Austeridad Inteligente, propuesta por Minhacienda, traerá recortes
antisostenibles. Ay, Doctor Mauricio.
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