La última columna del presente año, con objetivo de
descansar de la política, la violencia y la polarización que se vive hoy en
día, abordará un balance personal de un año donde hubo que cargar cruces y
caminar senderos grandes, con muchos retos que se han ido superando y que si
las cosas van como están planificadas, se lograrán pasar el año que viene.
Mientras la gente vive peleando porque Petro está o no en sus cinco cabales, o
Uribe va desapareciendo poco a poco como figura política, hay que mirar
detenidamente lo que dejó personalmente a cada quien este año, en el primer
cuarto del presente siglo; porque como dicen por ahí, los años ya no pasan
solos (para el autor de la presente columna son ya 54 jornadas de vivir la
vida), cuando ya la salud ha empezado a pasar unas cuentas de cobro, donde la
papaya que se da son cada vez más frecuentes para meterse en toda clase de
problemas, cuando la diversión intensa ha dejado de ser una prioridad, las
canas y las arrugas son las principales confidentes de todos los secretos, se
convierten en asesoras de soluciones a todos los problemas así como afrontar la
molestadera en las Redes Sociales y uno a estas alturas, ya no quiere cazar
pelea con nadie ni que se la cacen.
Este año ha marcado un hito muy temerario en materia de
salud. El autor de la presente columna ha tenido unos padecimientos desde
diciembre de 2022, en la rodilla derecha donde se detectó una artritis (que aún
impide hacer movimientos fuertes) así como un reumatismo. Ya se encuentra
adscrito a un programa especial con su Entidad Promotora de Salud como un
paciente prioritario, aunque toca admitirlo, se ve muy elegante con el bastón
que tiene que llevar a la calle para salir a pasear, todo un caballero si bien
no de la oligarquía, si cumple con todos los requisitos para ser considerado un
Gentleman de la Selva de Cemento llamada Bogotá Distrito Capital. En cuanto a
la epilepsia y al hipotiroidismo no se han vuelto a presentar mayores
novedades, como una forma de colaboración para acontecimientos como la
operación de meniscos desajustados en la rodilla derecha, así como un
desengatillamiento de la misma en una sala de urgencias, donde se pudo pasar un
rato agradable, pese al dolor y la tristeza que se sentía. Esto continuará
el año entrante, pero ya se ha ido calmando y ya se le ha cogido la manija,
como dicen por ahí, para tener una prueba superada dentro de un año.
Otro de los acontecimientos que marcaron este año fue que
el autor de la presente columna, fue víctima en febrero de un atraco, sin mano
armada, pero si con la habilidad del habla y la rapidez de la joyita de
ladrones que se hicieron pasar por miembros de la policía, el hackeo a las
cuentas dejó una secuela de sustos, por cuanto la plata que se pierde por ahí,
no se vuelve a recuperar, y encima de todo, ha quedado un temor de salir a las
calles y mucho más si se trata de hacer transacciones, así sea con monedas. No
entrará a culpar a la Bogotá Cuidadora (ciudad donde reside el autor de la
presente columna), pero si contribuirá a ser una de las estadísticas de una de
las mayores frustraciones de la Administración Capital en cabeza de Claudia
López (quien le cederá el mando el próximo primer de enero a Carlos Fernando
Galán, a quien se le pide que trabaje bien por la capital de todos los
colombianos). Eso sí, tocará aprender las lecciones que ha dejado esta
triste experiencia, para avisparse un poco más, porque en estos tiempos
modernos, si bien se tienen dos ojos, tocará mirar como si se tuviesen ocho.
Preocupa para el autor de la presente columna, el rumbo
que está tomando Colombia, un país con una demencia que se hace más
incontrolable cada día, donde sus líderes tan solo se dedican a satisfacer sus
egos sin importar los problemas importantes de la comunidad, la ley del más
fuerte y el más vivo se va imponiendo, el aislamiento del mundo se hace cada
vez más notables, el Estado no funciona adecuadamente, parece que estuviese al
vaivén de la corrupción y la desidia de los funcionarios actuales. La violencia
aparece en todas partes con sus tentáculos, como un monstruo que nada lo
destruye, si le quitan una cabeza, inmediatamente aparece otra con más dientes
y exhalando más veneno, como si el sufrimiento y la angustia no fueran
suficientes. Pero, así y todo, toca seguir adelante porque la vida es solo una
y si no se vive con fortaleza y amor, no habrá valido la pena habitar este
planeta de genios y locos (unos buena gente, otros no tanto), por todo lo
anterior, se le invita a quienes leen la presente columna a que reflexionen un
minuto, respiren aire limpio y organicen su plan de trabajo para el año que
viene, que tiene todo para ser mejor que el presente.
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