En julio de 2001 ingresé al Colegio Superior de la
Universidad del Rosario (Sede Candelaria) a realizar una Especialización en
Gerencia de Mercadeo, con resultados satisfactorios. El ambiente era de
camaradería y apoyo total, tanto del personal administrativo, como docente y
compañeros (as) de estudio. El autor de la presente columna se sintió
totalmente aceptado, le hicieron ver que los Posgrados no son tan lejanos, que el
estudio es una constante que se aplica toda la vida; durante el año que se
estuvo, nunca hubo problemas de nada y el alma mater suministraba el material
de apoyo para poder llevar a buen término los estudios propuestos, la ceremonia
de grado fue sublime y le hizo recordar a cada graduado (a) la importancia de
ser un egresado (a) de allá. Los viernes por la noche y los sábados por la
mañana eran las jornadas de estudio, pero eran de absoluta pedagogía y
diversión, porque la mayoría de quienes hicieron la Especialización eran gente
ya con situación laboral y personal definida, se llegaba lo más temprano
posible a unas interesantes tertulias, al son de un buen desayuno, medias
nueves o una cena liviana. La verdad, es que fue una excelente experiencia, de
la que pocos han (como el autor de la presente columna) han tenido el honor de
vivir.
Ha pasado el tiempo y se encuentra la noticia más
preocupante; la Universidad del Rosario (el Colegio Mayor, con sus sedes en La
Candelaria y Barrios Unidos), se encuentra pasando un momento difícil no solo
en lo económico, sino en lo administrativo, que ya condujo a la salida del
Rector, Alejandro Cheyne. No puede ser que una institución con casi cinco
siglos de existencia, de donde han salido grandes personalidades (incluso
Presidentes de Colombia), esté pasando por un ciclo penoso, que ha puesto a
docentes y estudiantes a protestar con justa causa. El autor de la presente
columna no conoce personalmente al Señor Cheyne, pero deja la impresión de que
es alguien que le importa más la apariencia que el fondo del asunto, incluso,
tenía un programa de televisión el domingo en horario matutino (donde la
sintonía no es la mayor), pero se considera que su salida puede aportar mayores
elementos para que las investigaciones a que correspondan, se lleven a cabo, se
tomen las medidas correctivas, se sancionen a los respectivos responsables y si
es del caso, se absuelvan a quienes son inocentes. Lo más importante es que se
aprendan las lecciones dejadas y que jamás vuelva a ocurrir algo así en esta
alma mater, ni en otro (a).
¿Cómo inició todo? El pasado diez de abril (W Radio), varios
docentes y estudiantes redactaron y firmaron una carta para el rector en ese
entonces, donde se puede leer el siguiente párrafo: “La Universidad se ha dedicado en los últimos
años a la compra de edificios y terrenos cuyos objetivos no son claros.
Igualmente, ha creado una facultad, maestrías y pregrados sin que la comunidad
conozca su viabilidad académica o financiera. Este tipo de decisiones
sorprende, ya que parecen poner en riesgo la sostenibilidad financiera de la
Universidad”. Se
vuelve a insistir en que importaba más la cantidad de bienes que la calidad de
la educación ofrecida, que había una administración más dedicada a las
reuniones sociales que a mejorar los pensum académicos, valía más el trago
ofrecido en las reuniones sociales que la palabra de la Comunidad Rosarista. Se
solicitaron las respectivas justificaciones frente a tan desmedidos gastos, sin
que hubiese respuestas satisfactorias. El ambiente se fue encrispando, los despidos
de docentes y los requerimientos injustificados a estudiantes se siguieron
dando, bajo la disculpa de la falta de pertenencia y el no acatamiento hacia
las directrices, así no estuviesen aportando nada positivo.
¿Qué decía el rector en ese entonces,
Alejandro Cheyne? Expresó las siguientes palabras (Canal Capital): “Las
decisiones tomadas hasta hoy han sido respetuosas con nuestras constituciones y
cumplen las instancias de control institucional (…) Las acciones de los últimos
meses se hicieron con el objetivo de continuar nuestra apuesta institucional y
optimizar nuestra gestión. Sí, se realizaron ajustes difíciles y muy dolorosos,
lo cual representó un 2.4 % de nuestra población total en los últimos siete
meses”. Con todo respeto, decir que solo fue el 2.4% de la
población en los últimos diez meses, es una metida de pata inmensa; no se puede
medir el personal de una institución universitaria simplemente contando
cabezas, se debe tener en cuenta la calidad de todo el personal, desde lo
individual, para ver que pueden aportar a toda la comunidad, no solo
universitaria, sino a nivel nacional. Si se buscaba optimizar la gestión,
¿porqué no se consultó de forma suficiente y satisfactoria los planes
propuestos, en cambio, se dedicó a comprar terrenos sin que hubiese una
necesidad inmediata de los mismos? Por todo lo anterior, el Señor Cheyne tuvo
que ser desvinculado (un término fuerte y grave) para permitir que la Universidad
tuviese un respiro en estos momentos difíciles, que serán superados.
PD:
si lo anterior ocurrió en una Universidad con poder suficiente (egresados
Presidentes de Colombia), ¿qué se podrá esperar de entes educativos pequeños en
manos de la politiquería, o en los oficiales, que se están cayendo a pedazos?
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