martes, 23 de abril de 2024

U ROSARIO

 

En julio de 2001 ingresé al Colegio Superior de la Universidad del Rosario (Sede Candelaria) a realizar una Especialización en Gerencia de Mercadeo, con resultados satisfactorios. El ambiente era de camaradería y apoyo total, tanto del personal administrativo, como docente y compañeros (as) de estudio. El autor de la presente columna se sintió totalmente aceptado, le hicieron ver que los Posgrados no son tan lejanos, que el estudio es una constante que se aplica toda la vida; durante el año que se estuvo, nunca hubo problemas de nada y el alma mater suministraba el material de apoyo para poder llevar a buen término los estudios propuestos, la ceremonia de grado fue sublime y le hizo recordar a cada graduado (a) la importancia de ser un egresado (a) de allá. Los viernes por la noche y los sábados por la mañana eran las jornadas de estudio, pero eran de absoluta pedagogía y diversión, porque la mayoría de quienes hicieron la Especialización eran gente ya con situación laboral y personal definida, se llegaba lo más temprano posible a unas interesantes tertulias, al son de un buen desayuno, medias nueves o una cena liviana. La verdad, es que fue una excelente experiencia, de la que pocos han (como el autor de la presente columna) han tenido el honor de vivir.

 

Ha pasado el tiempo y se encuentra la noticia más preocupante; la Universidad del Rosario (el Colegio Mayor, con sus sedes en La Candelaria y Barrios Unidos), se encuentra pasando un momento difícil no solo en lo económico, sino en lo administrativo, que ya condujo a la salida del Rector, Alejandro Cheyne. No puede ser que una institución con casi cinco siglos de existencia, de donde han salido grandes personalidades (incluso Presidentes de Colombia), esté pasando por un ciclo penoso, que ha puesto a docentes y estudiantes a protestar con justa causa. El autor de la presente columna no conoce personalmente al Señor Cheyne, pero deja la impresión de que es alguien que le importa más la apariencia que el fondo del asunto, incluso, tenía un programa de televisión el domingo en horario matutino (donde la sintonía no es la mayor), pero se considera que su salida puede aportar mayores elementos para que las investigaciones a que correspondan, se lleven a cabo, se tomen las medidas correctivas, se sancionen a los respectivos responsables y si es del caso, se absuelvan a quienes son inocentes. Lo más importante es que se aprendan las lecciones dejadas y que jamás vuelva a ocurrir algo así en esta alma mater, ni en otro (a).

 

¿Cómo inició todo? El pasado diez de abril (W Radio), varios docentes y estudiantes redactaron y firmaron una carta para el rector en ese entonces, donde se puede leer el siguiente párrafo: La Universidad se ha dedicado en los últimos años a la compra de edificios y terrenos cuyos objetivos no son claros. Igualmente, ha creado una facultad, maestrías y pregrados sin que la comunidad conozca su viabilidad académica o financiera. Este tipo de decisiones sorprende, ya que parecen poner en riesgo la sostenibilidad financiera de la Universidad”. Se vuelve a insistir en que importaba más la cantidad de bienes que la calidad de la educación ofrecida, que había una administración más dedicada a las reuniones sociales que a mejorar los pensum académicos, valía más el trago ofrecido en las reuniones sociales que la palabra de la Comunidad Rosarista. Se solicitaron las respectivas justificaciones frente a tan desmedidos gastos, sin que hubiese respuestas satisfactorias. El ambiente se fue encrispando, los despidos de docentes y los requerimientos injustificados a estudiantes se siguieron dando, bajo la disculpa de la falta de pertenencia y el no acatamiento hacia las directrices, así no estuviesen aportando nada positivo.

 

¿Qué decía el rector en ese entonces, Alejandro Cheyne? Expresó las siguientes palabras (Canal Capital): “Las decisiones tomadas hasta hoy han sido respetuosas con nuestras constituciones y cumplen las instancias de control institucional (…) Las acciones de los últimos meses se hicieron con el objetivo de continuar nuestra apuesta institucional y optimizar nuestra gestión. Sí, se realizaron ajustes difíciles y muy dolorosos, lo cual representó un 2.4 % de nuestra población total en los últimos siete meses”. Con todo respeto, decir que solo fue el 2.4% de la población en los últimos diez meses, es una metida de pata inmensa; no se puede medir el personal de una institución universitaria simplemente contando cabezas, se debe tener en cuenta la calidad de todo el personal, desde lo individual, para ver que pueden aportar a toda la comunidad, no solo universitaria, sino a nivel nacional. Si se buscaba optimizar la gestión, ¿porqué no se consultó de forma suficiente y satisfactoria los planes propuestos, en cambio, se dedicó a comprar terrenos sin que hubiese una necesidad inmediata de los mismos? Por todo lo anterior, el Señor Cheyne tuvo que ser desvinculado (un término fuerte y grave) para permitir que la Universidad tuviese un respiro en estos momentos difíciles, que serán superados.

 

PD: si lo anterior ocurrió en una Universidad con poder suficiente (egresados Presidentes de Colombia), ¿qué se podrá esperar de entes educativos pequeños en manos de la politiquería, o en los oficiales, que se están cayendo a pedazos?

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