Mucha gente se
preguntará donde queda el “Cráter Arenas”, o si existirá; pues si existe, está
en el Nevado del Ruiz, y es importante, porque la erupción del 13 de noviembre
de 1985 provocó la tragedia más grande que se ha sentido en territorio
colombiano. Se borró el 95% del municipio de Armero (Tolima), el 10% de
Chinchiná (Caldas), y se vieron efectos colaterales en los ríos Cauca y
Magdalena, murieron aproximadamente 25 mil personas, se perdieron tierras
destinadas a la agricultura y de reserva ambiental, y el PIB del país cayó un
2.05%. Cuarenta años después, los responsables de la negligencia, la
arrogancia y la irresponsabilidad con que se manejó el asunto, no han pagado
(incluso varios se llevaron a las tumbas muchos secretos), siguen pobladores de
las zonas afectadas desaparecidos (en su mayoría infantes que fueron sometidos
a adopciones ilegales), murieron especies de flora y fauna originarias de la
región, grandes cultivos de arroz y algodón desaparecieron, lo mismo que fincas
ganaderas, aún los departamentos de Tolima y Caldas sienten en sus arcas, las
consecuencias de la desgracia y su pésimo manejo. Hoy en día, el Volcán Nevado
del Ruiz sigue en actividad, y si bien se hace monitoreo, aún no hay Conciencia
y Responsabilidad frente a un problema de estos, y la politiquería sigue
buscando réditos con este tipo de catástrofes.
¿Cómo era Armero
antes del 13 de noviembre de 1985? Era el municipio más importante del norte
del Tolima, con 40 mil habitantes, se consideraba la “Ciudad Blanca de
Colombia” por su producción de algodón que superaba a la de la Costa Atlántica,
así como la de arroz y las fincas ganaderas que poseía. La zona tiene una
temperatura promedio de 30 grados centígrados, lo que hacía muy agradable pasar
vacaciones allá. Pero desde finales de 1984, cuando el Ruíz (antiguo Cumanday)
empezó a manifestar sus actividades volcánicas y sísmicas, no hubo mayor
interés en el Gobierno Nacional ni en el Departamental, en ese entonces, tan
solo lo que decía el Alcalde de Armero en ese entonces, tratando de alertar
sobre lo que podría pasar si no se tomaban las medidas adecuadas para afrontar
la situación. El debate entre si habría o no la erupción, hizo perder
tiempo, lo que ocasionó que al municipio lo abandonasen a su suerte y ocurriese
la tragedia. Hoy en día, existe Armero – Guayabal, un pueblo más pequeño,
al lado de las ruinas del viejo casco municipal e igual de abandonado por el
Estado Colombiano.
¿Cómo era Chinchiná
antes de la tragedia? Era un municipio cafetero de mayor importancia para
Caldas (después de Manizales), uno de los centros cafeteros más importantes del
país, y principal receptor turístico. Se localiza en el eje principal de
infraestructura vial del Eje Cafetero, tiene el Club Campestre de Caldas en sus
inmediaciones, varias procesadoras de café tienen sus sedes allá y cuenta con
clima variado, desde llanuras a mil metros de altura, hasta piedemonte a mil
quinientos metros sobre el nivel del mar. En este caso, se debe admitir un
mejor manejo de la continencia en la erupción del volcán, solo murieron tres
mil personas (aunque nadie debió haber muerto en este caso), que fue un
porcentaje menor, dado que en ese entonces tenía una cantidad similar de
población a la de Armero. Hoy en día, Chinchiná sigue un importante Centro
de Cultura Cafetera, vital para la zona sur de Caldas, así como el receptor
turístico, pero tiene problemas de orden público (dado que la Paz Total es una
Guerra Total). Eso sí, como la vía a Manizales se vio muy afectada por la
avalancha, se construyó una vía alterna, con el puente Doménico Parma; el
ambiente sigue siendo el mismo de la colonización antioqueña.
En medio del debate
sobre el pésimo manejo de la tragedia (antes, durante y después), viene una
reflexión interesante del Ingeniero de Minas, Humberto González Iregui (Universidad
Nacional – Sede Medellín – Facultad de Minas): “tenían las herramientas, pero de nada
sirven si estas herramientas no son transmitidas de la manera correcta, es
evidente el abismo en la manera de comunicar, es determinante el lenguaje para
que las pérdidas no sean tan grandes, hoy en día este es un asunto que no se ha
mejorado”. Había
toda la logística para un manejo responsable del problema, pero los vericuetos
burocráticos ocasionaron un corto circuito con 25 mil víctimas incluidas, y la
imposible recuperación ambiental en ciertas zonas afectadas por la erupción del
13 de noviembre de 1985. Ni la fallida esperanza de rescate de Omayra Sánchez,
ni el dinero que se recogió para afrontar la tragedia (la mayoría se fue para
manos extrañas), ni la cruz enorme que aún existe en Armero – Guayabal, ni los
cañones formados alrededor de los ríos Gualí, Lagunilla y Chinchiná, expresan
totalmente las lágrimas derramadas. La negligencia estatal que aún existe y el
desprecio hacia este tipo de acontecimientos geológicos siguen reinando el
panorama nacional.
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