La
otrora calle real, hoy en día carrera séptima, o también carretera central del
norte, es una de las vías más representativas de Bogotá DC, no solo por la
conexión de las principales localidades, también por el enorme problema de
movilidad que tiene; es unos de los símbolos más famosos de congestión
vehicular en toda Latinoamérica, sin que sus autoridades locales hayan podido
hacer cosa mayor para solucionar. Transitar por la misma, salvo en días de
ciclovía, se convierte en toda una prueba de paciencia para la humanidad, no
solo por la cantidad de trancones, sino por el ruido y la contaminación. Incluso,
durante varios años funcionó un absurdo contraflujo para favorecer solamente a
quienes viven en los barrios más pudientes del norte de la capital, mientras
que los del sur se tenían que rebuscársela como sea, porque ni la carrera once
ni mucho menos, la carrera 13, son alternativas confiables. Durante la Alcaldía
Petro se propuso un sistema de tranvía por esta calle, pero que no tuvo mayor
apoyo, ya que no representaba mayor solución, ni el Transmilenio de Kike
Peñalosa. Ahora Claudia López presenta su Corredor Verde, que en principio
tiene cosas interesantes, pero que también deja muchas dudas.
Claudia
define al Corredor Verde (El Tiempo) así: "es un sueño de ciudad y de
50.000 ciudadanos que nos dieron ideas para su diseño: una nueva carrera
Séptima, arborizada, segura, con plazoletas, alamedas, espacio para peatones,
bicis, con transporte 100 por ciento limpio. En 2025 nos vemos para
estrenarla". Hace rato se pasó por la cifra de 50 mil ciudadanos,
pueden ser más de 100 mil, ya que comprende las localidades de Candelaria,
Santafé, Chapinero y Usaquén; las más influyentes en el modo de vida de la
Atenas Suramericana. Y sumándole el hecho de que el sector de la ciclovía
por la séptima es el más usado por los habitantes de la Selva de Cemento para
ejercicio y esparcimiento los domingos y algunos festivos, hacen de esta vía
vital para la ciudad. De ahí que se sugiera de la manera más atenta y
cordial que antes de ponerse a trabajar en físico sobre este corredor, se
piense muy bien en lo que se va a hacer, porque lo angosto de la séptima hace
que no se puedan hacer mayores diseños ni mayores obras sobre la misma; de que
aún sigue siendo el lugar favorito de residencia para muchos habitantes de
todos los estratos, por las opciones de transporte y también por la excelente
oferta en tarifas de servicios públicos.
El Director
del IDU (El Tiempo), Diego Sánchez, manifestó lo siguiente: “No se están
dando las situaciones que generaron en ese momento las demandas de acción
popular. No se están vulnerando los derechos de nadie, no estamos alterando
bienes patrimoniales, como ocurrió con el parque Nacional y algunos edificios
de (la vía a) La Calera. En este caso lo que se ha hecho es reconocerles a los
ciudadanos la oportunidad de participar. Si en algún momento algún ciudadano
siente que no y presenta una demanda, tendremos todas las formas de demostrar
ante cualquier juez de que lo que se ha hecho es un ejercicio de participación
incidente intenso, como nunca se ha hecho en un proyecto de infraestructura en
Bogotá”. Se refiere a la suspensión del proyecto de Transmilenio por la
séptima en 2019, durante la Alcaldía de Kike Peñalosa, pero se le sugiere a
Sánchez que piense muy bien en hacer algo, porque este Corredor Verde incluye
el Transmilenio, y le podrían aplicar la misma suspensión, ni al perro ni al
gato lo pueden capar dos veces. No se expongan a un ridículo mayor por una
simple terquedad, la séptima por su característica geológica no resiste un
medio de transporte a nivel; hubiera sido el lugar ideal para un Metro
Subterráneo (le faltó ingenio a Gustavo Petro durante su Administración).
La
otrora calle real, hoy en día carrera séptima, o también carretera central del
norte, es una de las vías más representativas de Bogotá DC, no solo por la
conexión de las principales localidades, también por el enorme problema de
movilidad que tiene; es unos de los símbolos más famosos de congestión
vehicular en toda Latinoamérica, sin que sus autoridades locales hayan podido
hacer cosa mayor para solucionar. Transitar por la misma, salvo en días de
ciclovía, se convierte en toda una prueba de paciencia para la humanidad, no
solo por la cantidad de trancones, sino por el ruido y la contaminación. Incluso,
durante varios años funcionó un absurdo contraflujo para favorecer solamente a
quienes viven en los barrios más pudientes del norte de la capital, mientras
que los del sur se tenían que rebuscársela como sea, porque ni la carrera once
ni mucho menos, la carrera 13, son alternativas confiables. Durante la Alcaldía
Petro se propuso un sistema de tranvía por esta calle, pero que no tuvo mayor
apoyo, ya que no representaba mayor solución, ni el Transmilenio de Kike
Peñalosa. Ahora Claudia López presenta su Corredor Verde, que en principio
tiene cosas interesantes, pero que también deja muchas dudas.
Claudia
define al Corredor Verde (El Tiempo) así: "es un sueño de ciudad y de
50.000 ciudadanos que nos dieron ideas para su diseño: una nueva carrera
Séptima, arborizada, segura, con plazoletas, alamedas, espacio para peatones,
bicis, con transporte 100 por ciento limpio. En 2025 nos vemos para
estrenarla". Hace rato se pasó por la cifra de 50 mil ciudadanos,
pueden ser más de 100 mil, ya que comprende las localidades de Candelaria,
Santafé, Chapinero y Usaquén; las más influyentes en el modo de vida de la
Atenas Suramericana. Y sumándole el hecho de que el sector de la ciclovía
por la séptima es el más usado por los habitantes de la Selva de Cemento para
ejercicio y esparcimiento los domingos y algunos festivos, hacen de esta vía
vital para la ciudad. De ahí que se sugiera de la manera más atenta y
cordial que antes de ponerse a trabajar en físico sobre este corredor, se
piense muy bien en lo que se va a hacer, porque lo angosto de la séptima hace
que no se puedan hacer mayores diseños ni mayores obras sobre la misma; de que
aún sigue siendo el lugar favorito de residencia para muchos habitantes de
todos los estratos, por las opciones de transporte y también por la excelente
oferta en tarifas de servicios públicos.
El Director
del IDU (El Tiempo), Diego Sánchez, manifestó lo siguiente: “No se están
dando las situaciones que generaron en ese momento las demandas de acción
popular. No se están vulnerando los derechos de nadie, no estamos alterando
bienes patrimoniales, como ocurrió con el parque Nacional y algunos edificios
de (la vía a) La Calera. En este caso lo que se ha hecho es reconocerles a los
ciudadanos la oportunidad de participar. Si en algún momento algún ciudadano
siente que no y presenta una demanda, tendremos todas las formas de demostrar
ante cualquier juez de que lo que se ha hecho es un ejercicio de participación
incidente intenso, como nunca se ha hecho en un proyecto de infraestructura en
Bogotá”. Se refiere a la suspensión del proyecto de Transmilenio por la
séptima en 2019, durante la Alcaldía de Kike Peñalosa, pero se le sugiere a
Sánchez que piense muy bien en hacer algo, porque este Corredor Verde incluye
el Transmilenio, y le podrían aplicar la misma suspensión, ni al perro ni al
gato lo pueden capar dos veces. No se expongan a un ridículo mayor por una
simple terquedad, la séptima por su característica geológica no resiste un
medio de transporte a nivel; hubiera sido el lugar ideal para un Metro
Subterráneo (le faltó ingenio a Gustavo Petro durante su Administración).
Lo más
triste del caso es que el Corredor Verde incluye una característica que se
podría convertir en un Suicidio Antiambiental para toda la Capital de Colombia;
un solo carril (para Transmilenio) en sentido norte – sur, entre las calles
92 y 28. No se han dado cuenta de todos los efectos negativos que trajo el
famoso contraflujo que estuvo durante más de 30 años, y que podrían ser
similares o peores con esta característica. Se vendría la declive por
contaminación sonora sobre las carreras 11 y 13, que de por sí, ya tienen
problemas en este sentido, sin que se hayan hecho mayores soluciones. Y si
dejan la restricción en sentido norte – sur, ¿qué pasará con la ciclovía? Lo
más probable es que tendrían que trasladarla para otra zona, perjudicando a
quienes la disfrutan (como el autor de la presente columna). Ni hablar de la
desvalorización de propiedades inmobiliarias sobre las carreras 11 y 13, dado
que nadie quisiera vivir allá en una problemática de ruido, que se podría
volver irreversible. La séptima necesita alamedas y miradores que mejoren el
panorama ambiental, pero de ahí a poner una hecatombe de movilidad y ruido en
otras zonas, no. Hay que pensarlo bien.
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