Se
puede entender al desarraigo como la más triste condición luego del
desplazamiento, detención o crimen. Le puede pasar a cualquier persona, esté
viva o muerta, cuando se encuentra en vulnerabilidad frente a un régimen o un
conflicto donde no se respetan los derechos humanos, es como si no hubiera nacido, no tuviese nacionalidad,
incluso, no tuviera derechos humanos ni a nada. No es cuestión de que le
quiten la identificación a alguien, es que le quitan el derecho a existir y
opinar; entrar a un limbo de donde difícilmente podrá salir y sus secuelas
quedarán durante el resto de vida, sin que se pueda hacer mayor cosa. En
Colombia ha pasado (incluso en el actual gobierno) a lo largo de su Patria
Boba, donde quienes no rezaban era objeto de persecución de jerarcas arrogantes
y con mucho poder (caso Monseñor Miguel Ángel Builes), o cuestiones personales
no aceptadas en la época (Porfirio Barba Jacob), incluso, quienes han sido
desposeídos de sus tierras para que lleguen grupos ilegales y hagan lo que se
les venga en gana; quienes han tenido que huir de sus hogares por convicciones
políticas porque no son aceptadas en la región (consecuencias del Frente
Nacional). Este fenómeno se da a nivel mundial, y existen los siguientes
ejemplos.
La
miserable invasión de Rusia a Ucrania, con la segregación descarada de varios
terrenos al este del país (Donbas), como si la bandera amarilla y azul no
tuviese derecho a existir, por las excentricidades de un politiquero llamado
Vladimir Putin, otrora agente secreto de la nefasta KGB; quien predica un falso
patriotismo, tan solo para hacerse homenajes con conciertos y marchas con
empleados forzados a realizarlas a su alrededor. Mientras tanto, Kiev y el
resto de poblaciones ucranianas tienen que padecer los bombardeos y ataques cobardes
por parte de las fuerzas rusas bajo la asesoría del Paramilitar Grupo Wagner
(¿convivir de Putin?), en una barbarie donde se ve la desproporcionalidad de
las fuerzas armadas de ambos países. ¿Qué puede hacer Volodymir Zelensky,
Presidente de Ucrania? Clamar por ayuda de Estados Unidos y la Unión Europea,
afrontar casi directamente el conflicto, pero se le debe reconocer el apoyo
psicológico que le ha dado a su país (quedando al frente del cañón, como dirían
algunos), resistiendo la embestida del ególatra presidente ruso, quien creyó en
un principio que en cuestión de días o semanas, se haría dueño de unos de los
principales proveedores de cereales y granos, así como fertilizantes para
cultivos en el mundo, y no ha podido lograrlo.
Nicaragua
bajo la tiranía de dos momias (Daniel Ortega y Rosario Murillo), es otro
ejemplo. El Sandinismo se ha convertido en una especie de monarquía anárquica
del país centroamericano, negándole los derechos básicos a su población, y
cualquier amago de protesta justa, es objeto de los peores vejámenes por parte
de unas fuerzas militares corruptas con vicios de hampa. Ortega aún sueña con
ejercer soberanía sobre la Piedra del Cocuy (el sitio más oriental de
Colombia), mientras que a todos los opositores no solo ha mandado de forma
injusta y absurda a prisión o al destierro, sino que ha hecho algo peor para
el desarraigo; los echa del país y los vota en el extranjero (como lo hizo en
días pasados en EEUU), quitándoles su nacionalidad bajo unas leyes absurdas,
negándoles el derecho a tener una patria por la cual luchar. Mientras
tanto, en medio de su rasca y la de Murillo, sigue dando unos discursos de
Emperador Delirante y Tirano de Quinta Categoría; quiere permanecer en el poder
por secula seculorum, alcahueteado quizás por Díaz Canei en Cuba y Maduro en
Venezuela (solo por hablar a nivel regional). El repudio que se ha ganado en el
continente es casi unánime, ni siquiera ha colaborad para ayudar en la
inmigración hacia EEUU por la frontera terrestre con México que sigue su curso.
Existe
el de Myanmar contra la minoría musulmán, que ha encontrado en Bangladesh (uno
de los países más pobres del mundo); en Etiopía el surgimiento de pequeñas
repúblicas se ha dado como respuesta al desarraigo que se le ha impuesto a las
minorías. Ni hablar del Apartheid en Suráfrica (donde solo podían existir los
blancos, y los negros eran sometidos a las peores humillaciones hasta los años noventa),
Haití donde el hampa gobierna y hace lo que se le venga en gana. Se podrían
seguir mencionando ejemplos, ya que seguirán ocurriendo en un mundo donde los
extremos populistas y nacionalistas seguirán buscando ganar terreno e imponer
sus arsénicos conceptos donde quien no esté de acuerdo, será desarraigado de
por vida, para no enojar a ídolos como Hitler (y su desarraigo contra los
judíos), Stalin y los destierros a la inhóspita Siberia, y el Yemer Rojo que
destrozó Cambodia en los setentas. Dirán muchos que es fácil detenerlos en
las urnas, pero también hay que estar pendientes de que no permeen las instituciones
estatales como las Fuerzas Armadas de cualquier país, que no tengan mayor
llegada a los Medios de Comunicación y evitar su apoderamiento de las Redes
Sociales.
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