Se le
denomina berrinche a toda situación incómoda que una persona o un grupo de
personas le hace pasar a los demás, por un desacuerdo o desacatando una
directriz, que implica una acción manifiesta que puede convertirse en un
espectáculo desagradable o grotesco. Y lo peor de todo, así como se puede
arreglar con un diálogo constructivo, también se puede disolver mediante la
fuerza y/o violencia. Quien de los seres humanos no ha hecho un berrinche
en su infancia y/o adolescencia, que lo haya llevado a punto de ser castigado
duramente por sus progenitores o estar a un paso de la expulsión de un centro
educativo, o en su mayoría de edad, ser echado a la fuerza de su lugar de
trabajo. Que los seres humanos no son perfectos, es cierto, pero también se
debe admitir que los desacuerdos se pueden salir de las manos, convirtiéndose
en todos unos berrinches dignos de no olvidar con el paso del tiempo. Y como la
política, y especialmente la de un gobierno que prometió ser el cambio para
seguir siendo de lo mismo, ha estado implicado en varios berrinches, admitiendo
que tiene derecho a protestar todo cuestionamiento que se le haga, pero también
queriendo imponer su voluntad sin importar la opinión de los demás.
En el
caso del Gobiernillo Petro, quien no se ha quedado atrás con los berrinches, el
primero que se recuerde, arrancó a inicios del presente año, cuando el día 14
de febrero quiso desde el Balcón de la Casa de Nariño hacer una férrea defensa
de la Reforma a la Salud, con incitación a movilizaciones en marcha, bajo argumentos
arcaicos y prehistóricos sobre la desigualdad social que hay en el país (algo
que no se niega), pretendió presentar dicho proyecto en unas sesiones
extraordinarias, pero que al final no pasó nada. ¿Qué hizo la oposición? El
uribismo que quería una oportunidad de respirar (ya que les falta mucho aire
para responder como una fuerza política), convocó a una marcha para que fuesen
quienes estuviesen berracos por el discurso incendiario que había dado el
Presidente el día anterior. ¿Resultado? Hubo una marcha que superó en número
de asistentes a la gobiernista, dándose un resultado de popularidad ahí. Pero
la reforma a la salud, por más inconveniente que sea para el país, solo pudo
tener un camino hasta el inicio de las sesiones ordinarias, lo que condujo al segundo
berrinche, que tuvo dimensiones mayores y una polémica más grande.
El mes
pasado esta Reforma inició su trámite legislativo en el congreso, en medio de
una polémica grande ya que las sugerencias dadas por los invitados a la
coalición de gobierno (la U, Conservatismo y Liberalismo) no fueron tenidas en
cuenta por la Ministra de Salud Carolina Corcho (otra experta en berrinches), y
quería imponer su palabra por una obsesión de guerra contra el ya entonces
ExMinistro de Salud, Alejandro Gaviria. El gobiernillo empezó con una táctica
de lentejas para los parlamentarios que estuviesen cansados de los regaños de
Cesar Gaviria, Dilian Francisca Toro y Efraín Cepeda; y cuando se presumía que
la reforma se hundiría en la Comisión Séptima de la Cámara de Representantes,
se salvó por un voto (el de una Representante Liberal de Antioquia de apellido
Lopera, una fichita del supuesto Abogado Julián Bedoya, nefasto para la
institucionalidad política); y todo se había calmado para el gobierno, pero no.
En un discurso pirómano en el municipio de Zarzal (Valle del Cauca), el
Presidente Petro acusó a todos los estamentos del estado de estar conspirando
en su contra, declaró rota la alianza del Pacto Histórico con la U, el
Conservatismo y el Liberalismo, echó siete ministros (entre ellos a Antonio
José Ocampo (Hacienda) y Cecilia López (Agricultura), considerados como los más
acertados para los cargos).
El
resultado fue que la Reforma a la Salud quedó más enredada en el Congreso,
porque sorpresivamente la escudera Carolina Corcho también salió como pepa de
guama, sin saberse los motivos reales, ¿un agarrón con el mismo Presidente? Lo
que se viene será duro para el nuevo Minsalud, Guillermo Alfonso Jaramillo, si
quieren que dicha reforma sobreviva a semejante terremoto. Pero los berrinches
no pararon ahí; en plena visita de estado a España, el Presidente bajo el
argumento de estar preguntando por un caso específico en la Fiscalía, se le dio
por decir (palabras más, palabras menos): “yo soy el patrón del Fiscal
Barbosa”. Y como se sabe, Francisco Barbosa (otro experto en berrinches),
salió a dárselas de perseguido político, casi que, llorando, acusó al mismo
gobierno de estar conspirando en su contra, casi que hizo dramas mexicanos, y
la cosa se quedó en que posiblemente habrá una reunión entre los dos. Al
Presidente Petro le tocó hacer una rectificación a las carreras, apenas le
enviaron una misiva de las altas cortes, recordándole la independencia de
poderes; ay Presidente, un detalle como este, no se debe olvidar si quiere tener
gobernabilidad. Pero lo más triste de todo, los berrinches continuarán.
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