El Presidente Gustavo Petro, temeroso del recorrido que
puedan tener sus reformas en el congreso, ahora que los conservadores y la U
decidieron irse a la independencia, y en espera de que los liberales tomen una
decisión similar; ha vuelto a hablar de las marchas para apoyar sus propuestas
políticas bajo el argumento de que no puede quedar en letra muerta su
plataforma de gobierno, sin ponerse a pensar si de verdad le convienen al país
o no. Lo hizo con cierto éxito cuando fue destituido de la Alcaldía de Bogotá
por el Inquisidor, perdón, Procurador en ese entonces, Alejandro Ordoñez
Maldonado. Es cierto que los demás gobiernos anteriores también han
recurrido a este método como un pasante para afrontar situaciones complicadas,
pero también se está imponiendo la moda de que la oposición está convocando a
marchas, no muy entusiastas, pero que si dejan un mensaje claro; no les gusta
el gobierno. Ahora, también puede ser una estrategia política para las
elecciones locales de octubre próximo, para fortalecer el Pacto Histórico en
las regiones, con miras a mantener un control, así sea por el resto del período
constitucional. Preocupa que con las marchas se quiera presionar a los poderes
legislativo y judicial, a que tomen decisiones que le convengan al actual gobierno,
sin importar si son beneficiosas o no para el país.
Argumentos que van desde un posible golpe de estado hasta
saboteo político, ha esgrimido el gobierno actual para convocar a las marchas,
como lo hizo el pasado primero de mayo, en pleno día internacional del trabajo,
donde el Presidente salió al balcón de la Casa de Nariño a dar un discurso
incendiario, igual que en febrero pasado para la presentación de la Reforma a
la Salud, donde no solo defendió el proyecto, sino que le dio superpoderes a la
Ministra en ese entonces, Carolina Corcho, quien después fue removida de su
cargo en una crisis ministerial, sin saberse exactamente la razón. Dicen que la
llegada de Guillermo Alfonso Jaramillo le puede dar un aire de concertación a
dicha cartera, pero la verdad es que el camino de esta reforma, al igual que la
pensional y laboral en el congreso está lleno de piedras difíciles de digerir, y,
sobre todo, presentadas por un gobierno que no se está sentando a dialogar con
todos los sectores del país, sino que no saber que rumbo va a tomar, en un acto
de egolatría imperdonable. El gobierno se está quedando solo, ciego, sordo y
mudo, frente a la triste realidad que está viviendo Colombia.
Y le está dando papaya a la oposición para que se renueve
y llegue con buenos bríos a las elecciones de octubre próximo. La muestra son
las marchas, no tan numerosas que ha convocado pero que si le han servido para
hacer sentir su malestar con el actual gobierno. Incluso, un loco Coronel
retirado del Ejército, se dio en lujo de que su marcha era para defenestrar al
Presidente, en un término antidemocrático y peligroso para las actuales
circunstancias del país.
El gobierno ha minimizado estas marchas, pero lo que si
no debe hacer es impedirlas bajo quien que argumentos legales, porque sería la
ausencia de garantías constitucionales y democráticas que expide la
Constitución de 1991; y que seguirá habiendo para hacerle competencia a las
marchas gobiernistas, que aún no tienen el eco suficiente para convencer al
país sobre la conveniencia de “Colombia, potencia mundial de la Vida”. También
se está viendo la presión ejercida por parte del poder ejecutivo sobre el
legislativo y judicial, para acomodar las circunstancias del país actual, lo
que podría constituirse en un quiebre a la independencia de poderes, algo que
no se puede admitir bajo ningún gobierno, sea de derecha o de izquierda.
Por lo anterior, es importante recordarle al Presidente
Petro, que, frente a este tipo de temas, se debe tener máxima prudencia, y no
parecer un Maduro que también convoca marchas, pero que terminan enfrentadas
con las de la oposición. Sería un error fatal convocar a marchas para exigir la
Paz Total, en estos momentos que ya se ha verificado el incumplimiento total de
los Ceses del Fuego con los grupos ilegales que parecen tomar la delantera en
el posconflicto. No porque la Paz es el anhelo de todos, sino por todos los
errores imperdonables que se han cometido dentro del trabajo hecho por el
Gobierno, con un Comisionado de Paz que parece estar más del lado de los
ilegales que del mismo estado colombiano, así como el actual gabinete
ministerial parece no tener don de mando para sus acciones. Y lo que queda
claro, es que cuando el gobierno haga una marcha, tendrá una respuesta similar
de la oposición, así esté dividida en este momento, entre el uribismo
recalcitrante, y el posible reencauche de Germán Vargas Lleras. Y en unos
años, cuando el desgaste del gobierno sea más notorio, se podría esperar que
sus marchas cada vez estén más vacías, mientras que las de la oposición
tendrían más público masivo.
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