Siguiendo con la tarea de leer buenos libros, que
reflejen la realidad sin necesidad de enredarse ni meter en tanto vericueto, el
autor de la presente columna ha leído el libro “La Misa ha Terminado” del
escritor tulueño Gustavo Álvarez Gardeazabal. En él se refleja la relación que
ha tenido Gustavo (quien ha reconocido abiertamente su homosexualidad) con la
Santísima Trinidad, donde se evoca que para la última, todo es pecado, para
tener a sus fieles dominados y sumisos frente a sus disposiciones, desde las
más angelicales hasta las más diabólicas, pasando por el tema del sexo, la
delincuencia, la intriga, incluso, las guerras que hay en este planeta. En su
obra, Gardeazabal reconoce también su condición de no creyente, manda para
el carajo la existencia de los ángeles asexuados, encargados supuestamente de
proteger a todos los mortales pecadores, bajo las órdenes del todopoderoso. Eso
sí, meterse en contra de una institución poderosa que es capaz de lo que sea,
con tal, de no perder su poder, no es una lucha fácil; al contrario, es tener a
la mayoría de la comunidad (sumisa frente a las sotanas ambiciosas) en su
contra, que traten de amedrentarlo con el fin del mundo, con la paila mocha y
con satanás chuzando con su tridente.
El libro se compone de varios relatos que se dan
paralelamente en la obra. El primero tiene que ver con la historia de dos
Sacerdotes Jóvenes, quienes fueron promovidos a ese grado, gracias a la
participación activa que tuvieron durante la visita (ficticia) del papa
Benedicto XVI a la ciudad de Buga (Valle del Cauca), para la consagración de la
Catedral Basílica. Cuando se conocen los dos sacerdotes (Martín y Rogelio),
brota un romance, pese a las formas diferentes de ver su homosexualidad; Martín
es promiscuo y sacia sus ansias con quien sea, mientras que Rogelio es un voyerista
que le encanta ver los bacanales, que no solo forma su amado, también su mejor
amigo (El Demente) con las trabajadoras sexuales en su natal Buga. Pero la
pareja sacerdotal tiene también sus momentos de pasión, y crecen más cuando a
Martín le diagnostican sida, y se juran amor eterno entre ritos sexuales, lo
que también le causará la misma enfermedad a Rogelio; y deciden firmar un pacto
de muerte, contratan a un par de sicarios para que los maten bajo el falso lema
de un atraco. En cuanto a “El Demente”, es un asiduo lector del apocalipsis,
las profecías de Malaquías y los Secretos de Fátima.
El otro personaje es el Cardenal Casimiro, huilense de
nacimiento, pasando por las diócesis de Montelíbano (Córdoba) y Buga (Valle del
Cauca). Célebre por haber contribuido a la logística del Concilio Vaticano II, tenía
muchas influencias en el alto círculo de la Santa Sede, ya que hacía las
delicias sexuales (en su juventud) con obispos, arzobispos y cardenales. También
se le menciona como el gran gestor de la visita de Benedicto a Buga, donde tuvo
en su equipo de trabajo a Martín, Rogelio y “El Demente”. Realiza toda clase de
trámites (cuando ya es ascendido a Cardenal Primado) para que el Sucesor de
Joseph Ratzinger fuese su íntimo amigo, el Cardenal de Toledo (España), luego
de la renuncia del alemán. Pero Casimiro pierde la apuesta, y al trono grande
llega Pedro II (el papa del final de los tiempos, el Cardenal Viazzo). Por
su parte, el último amante que tuvo Casimiro (un Estudiante de Medicina,
bugueño y quien luego pasó a especializarse en Cardiología en las Islas
Canarias), relata como fue su conocimiento, el amor que se dio entre los dos,
las charlas y los ratos de intimidad que tenían; se sentía apoyado. Pero todo
terminó muy mal cuando Viazzo desde su Argentina natal y Cardenal. inició la
persecución a los aflautados y aberrados, que desesperó a Casimiro y lo llevó a
quitarse la vida.
Y la tercera parte la componen; las reflexiones que el
propio Gardeazabal hace sobre la toma de escribir esta obra, con base en su
relación con la iglesia católica, en un país donde la misma ha tenido todo el
poder para hacer lo que se le dé la gana; unas veces para beneficio y otras
para maleficio de la comunidad. Se sabe muy bien que entre iglesias y sotanas,
ha habido una tormenta de pasiones, entre hombres, de hombres y para hombres;
como en cualquier parte del mundo; que no se puede tapar el sol con las manos.
Que a todos los hombres, sus partes nobles se alertan ante cada situación
tentadora y que la virginidad es solo un mito, con todo respeto. La otra parte
son las cartas del Padre Efraín, conservador hasta los tuétanos, de los que
creen que aún hay ángeles, que la fé católica va por encima de todo, y no se
puede cuestionar a la iglesia ni a sus sacerdotes (así haya unas plaguitas
llenas de todo virus). Lo mejor, la respuesta que le da Gardeazabal, a la
iglesia también se le puede cuestionar.
PD: También vale la pena leer “La Misa de Gardeazabal,
¿genialidad o blasfemia?”, cuyo autor es Joan Manuel Largo, y es un análisis de
la obra del tulueño.
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