Muchos Líderes y Gobernantes en el mundo, desde la edad
media, han vivido con el cuento (en unos casos cierto y en otros, una falsedad
descarada), sobre un supuesto golpe (blando o duro) de estado para mandarlos al
carajo, incluso, con un atentado contra sus respectivas vidas. Enrique VIII
se casó ocho veces y todas sus esposas tuvieron acusaciones sin fundamento
sobre supuestos golpes de estado, Adolfo Hitler (quien sufrió un atentado el 20
de julio de 1944) también hablaba en teorías similares hasta que se suicidó, ni
hablar de las famosas purgas de Joseph Stalin y Mao Tse Tong. En el
presente siglo, Donald Trump como perdió en las elecciones de 2020, armó todo
un escándalo (con lágrimas falsas incluidas) sobre el robo a elecciones y trató
de hacerse un autogolpe de estado en donde casi queman el Capitolio en
Washington DC (probablemente, haga algo similar en su posible derrota frente a
Kamala Harris), Jair Bolsonaro también hizo teorías conspirativas que trataron
de tumbar al recién posesionado Luiz Ignacio Lula da Silva el ocho de enero del
año anterior, a Bernardo Arévalo en Guatemala casi no lo dejan subir al poder
con una serie de artimañas generadas en el Congreso, a Isabelita Martínez la
tumbaron y la encanaron, ni hablar de Salvador Allende. Pero el caso de la
presente columna se considera patético.
En Colombia, donde no hay una tradición golpista (a
diferencia de otros países de la región), es difícil que se dé un caso de
estos. Incluso, en la Comisión de Absoluciones, perdón, Acusaciones, de la
Cámara de Representantes, les han abierto procesos a todos los presidentes
habidos y por haber, sin que se haya presentado hasta el momento, una
destitución. Pero el Señor Gustavo Francisco Petro Urrego parece querer que
todo el mundo le aplaude las cosas buenas y malas a la fuerza (en su gobierno
han sido más las malas que las buenas), y de ahí que si se le hace una crítica
constructiva a su desempeño en la Casa de Nariño, ya grite a los cuatro vientos
que lo quieren tumbar (hasta con atentado incluido), que es una víctima del
sistema, que el Estado es peligroso, y que la paz no es la solución, en unos
delirios de grandeza inaceptables. Toca recordarle que ganó en segunda vuelta
la presidencia con la más baja diferencia que se ha dado en el presente siglo
(700 mil votos) frente a Rodolfo Hernández (qepd), luego su deber era llamar al
diálogo a los diversos sectores políticos del país.
¿Lo ha hecho? No ha querido hacerlo. Al contrario, le
ha declarado la guerra a muerte a las Administraciones Locales que no son
afines con su ideología, ha tratado de aislar al país del entorno internacional,
rompiendo relaciones diplomáticas con Israel (puede ser noble la causa
Palestina, pero hay que ser prudentes) y cazando peleas con un par de
chiflados; Javier Milei y Nayib Bukele. Ha sacado literalmente a las
patadas, a los funcionarios del gobierno que se consideran de ideología de
centro y abiertos al diálogo, caso Alejandro Gaviria y Cecilia López, y se ha
quedado con gente que fomente la intolerancia y la violencia política (Gustavo
Bolívar, Cesar Pachón, Cielo Rusinque, Daniel Rojas). Está bien que sea de
izquierda, y su llegada se vio posiblemente como una alternativa, pero ha
resultado ser tan intolerante y agresiva como la mortal Seguridad Democrática
de Álvaro Uribe Vélez. Gustavo Francisco grita todos los días por un
diálogo nacional, que lo escuchen, que le ayuden, pero luego toma una actitud de
Napoleón Bonaparte y Nerón (quien mandó incendiar a Roma) y manda acabar con
medio país de un plumazo, insulta a Raimundo y todo el mundo, incita a una
violencia contra un país.
Sus actuales ministros y embajadores, tal vez en un
esfuerzo por quedar bien y no ser sacados de sus puestos, les hacen eco a sus
falsas acusaciones de Golpe de Estado. Un ejemplo fue el discurso del Embajador
de Colombia ante la OEA, Luis Ernesto Vargas, donde manifestó lo siguiente (El
Tiempo): “Una preocupación legítima que nos agobia,
porque está en riesgo nuestra estabilidad democrática. Se trata de una serie de
acciones sistemáticas encaminadas a derrocar al presidente Gustavo Petro y
silenciar la expresión libre y digna de la voluntad del pueblo colombiano”. Todo
parte de una investigación que está haciendo el Consejo Nacional Electoral (si
bien es cierto que allá trabajan seres no muy aptos para el Estado como Álvaro
Hernán Prada), es una entidad que merece todo el respeto; sobre problemas en la
financiación de la Campaña Presidencial que llevó a Gustavo Francisco al Solio
de Bolívar en 2022. Petro se ha dedicado a mentir a los cuatro vientos sobre el
supuesto plan para dejarlo sin chanfaina; pero se le olvida un detalle; el
único ente que puede definir su situación actual es la Comisión de
Absoluciones, perdón, Acusaciones de la Cámara de Representantes. Que deja la
Paranoia.
PD:
sobre el caso Pegasus, el Presidente debería llevar este caso ante instancias de
justicia, tanto nacionales como internacionales, algo que no ha querido hacer.
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