En
estos tiempos donde las energías limpias, poco a poco, van ganando espacio
frente a las energías fósiles (hidrocarburos y carbón), todavía se sigue
manejando el concepto de que la producción de carbón debe imponerse sobre el
Medio Ambiente y el Desarrollo Sostenible, ya que según este Gobierno
(desgobierno) antiambientalista, se podrían generar unos supuestos ingresos por
la posible exportación de este material a Europa, como una fuente de energía,
debido a la invasión de Rusia a Ucrania. Este concepto errado se ha ido
forjando desde hace varios años, y más concreto, en el departamento de la
Guajira, donde se encuentra la mina de El Cerrejón, el complejo carbonífero a
cielo abierto más grande del mundo, que no le ha dejado nada positivo a la
región; solo desfalco, pobreza y problemas de inseguridad, sin que las voces de
la comunidad hayan sido escuchadas lo suficiente, tan solo las de los
politiqueros corruptos que se han llevado todas las regalías para hacer
suntuosas fiestas de cinismo y grosería. Ni hablar de la vecina Mina de la
Drummond en el Cesar, donde aún no se aclara totalmente la muerte de tres
sindicalistas hace más de veinte años. Y lo más triste, quieren desviar cauces
de cuerpos de agua sin consultar a la comunidad, ni evaluar realmente los
posibles daños ambientales que se generarían, que incluso, podrían generar
consecuencias irreversibles.
En
la columna Carta Guajira Ambiental (01/07/2012), la Lideresa Ambiental y Social
Vicenta Siosi, le escribió una carta al Presidente de ese entonces, Juan Manuel
Santos, sobre la posible desviación del Río Ranchería para expansión de zona de
trabajo de El Cerrejón, y que prometieron la construcción de un embalse en el
Río Palomino. En la misiva, se puede leer el siguiente párrafo: “Anunciaron que
los 500 millones de toneladas de carbón bajo el río generarían regalías. En 30
años de explotación del mineral, las regalías del departamento le han servido
para nada. Los hospitales permanecen en paro y la educación ocupa el último
lugar del país: según una investigación del Banco de la República el 50% de los
niños wayuu padecen desnutrición. Este año informaron que la Guajira ostenta el
más alto nivel de pobreza e indigencia en Colombia, con un 64%. Veo que las
regalías no han ayudado en lo fundamental”. Mientras se proyectaba afectar el entorno
ambiental, social y sostenible, no se tuvo en cuenta las opiniones de la
comunidad sobre la necesidad de respetar la zona para su sustento.
Casi veinte años
después, esta triste premonición tiene el camino despejado para su fatal
llegada. En inmediaciones de la Serranía de Perijá, nace y corre tranquilamente
el Arroyo Bruno, por una extensión de 21 kilómetros aproximadamente, para luego
desembocar en el Río Ranchería, principal fuente hídrica de la península de la
Guajira. Este arroyo ya había sido desviado por trabajos del Consorcio El
Cerrejón, sin previo aviso a las comunidades circundantes, sino que, en el año
2017, ya la Corte Constitucional, mediante sentencia SU-698/17, había ordenado
a las autoridades y las empresas mineras, hacer una concertación satisfactoria
de las necesidades con la comunidad para proceder a la desviación del cuerpo
acuoso, objeto de la presente columna. ¿Qué pasó? Parece que dicha concertación
no la hubo, o quedó a medias, trayendo nefastas consecuencias para la población
aledaña; tanto así que hace unos días vino una Comisión de DDHH proveniente de
Europa a certificar los problemas que se han ido generando. Para lo que
encontraron, se remite a las palabras de Gary Cannon, del Comité de Asuntos
Exteriores de Irlanda (El Espectador): “Soy muy consciente de que
estamos parados sobre lo que alguna vez fue el cauce de un río que por
generaciones les dio sustento a las comunidades que aquí habitan”. Con
mucha tristeza, se añade el término “sin comentarios”.
En
estos tiempos donde las energías limpias, poco a poco, van ganando espacio
frente a las energías fósiles (hidrocarburos y carbón), todavía se sigue
manejando el concepto de que la producción de carbón debe imponerse sobre el
Medio Ambiente y el Desarrollo Sostenible, ya que según este Gobierno
(desgobierno) antiambientalista, se podrían generar unos supuestos ingresos por
la posible exportación de este material a Europa, como una fuente de energía,
debido a la invasión de Rusia a Ucrania. Este concepto errado se ha ido
forjando desde hace varios años, y más concreto, en el departamento de la
Guajira, donde se encuentra la mina de El Cerrejón, el complejo carbonífero a
cielo abierto más grande del mundo, que no le ha dejado nada positivo a la
región; solo desfalco, pobreza y problemas de inseguridad, sin que las voces de
la comunidad hayan sido escuchadas lo suficiente, tan solo las de los
politiqueros corruptos que se han llevado todas las regalías para hacer
suntuosas fiestas de cinismo y grosería. Ni hablar de la vecina Mina de la
Drummond en el Cesar, donde aún no se aclara totalmente la muerte de tres
sindicalistas hace más de veinte años. Y lo más triste, quieren desviar cauces
de cuerpos de agua sin consultar a la comunidad, ni evaluar realmente los
posibles daños ambientales que se generarían, que incluso, podrían generar
consecuencias irreversibles.
En
la columna Carta Guajira Ambiental (01/07/2012), la Lideresa Ambiental y Social
Vicenta Siosi, le escribió una carta al Presidente de ese entonces, Juan Manuel
Santos, sobre la posible desviación del Río Ranchería para expansión de zona de
trabajo de El Cerrejón, y que prometieron la construcción de un embalse en el
Río Palomino. En la misiva, se puede leer el siguiente párrafo: “Anunciaron que
los 500 millones de toneladas de carbón bajo el río generarían regalías. En 30
años de explotación del mineral, las regalías del departamento le han servido
para nada. Los hospitales permanecen en paro y la educación ocupa el último
lugar del país: según una investigación del Banco de la República el 50% de los
niños wayuu padecen desnutrición. Este año informaron que la Guajira ostenta el
más alto nivel de pobreza e indigencia en Colombia, con un 64%. Veo que las
regalías no han ayudado en lo fundamental”. Mientras se proyectaba afectar el entorno
ambiental, social y sostenible, no se tuvo en cuenta las opiniones de la
comunidad sobre la necesidad de respetar la zona para su sustento.
Casi veinte años
después, esta triste premonición tiene el camino despejado para su fatal
llegada. En inmediaciones de la Serranía de Perijá, nace y corre tranquilamente
el Arroyo Bruno, por una extensión de 21 kilómetros aproximadamente, para luego
desembocar en el Río Ranchería, principal fuente hídrica de la península de la
Guajira. Este arroyo ya había sido desviado por trabajos del Consorcio El
Cerrejón, sin previo aviso a las comunidades circundantes, sino que, en el año
2017, ya la Corte Constitucional, mediante sentencia SU-698/17, había ordenado
a las autoridades y las empresas mineras, hacer una concertación satisfactoria
de las necesidades con la comunidad para proceder a la desviación del cuerpo
acuoso, objeto de la presente columna. ¿Qué pasó? Parece que dicha concertación
no la hubo, o quedó a medias, trayendo nefastas consecuencias para la población
aledaña; tanto así que hace unos días vino una Comisión de DDHH proveniente de
Europa a certificar los problemas que se han ido generando. Para lo que
encontraron, se remite a las palabras de Gary Cannon, del Comité de Asuntos
Exteriores de Irlanda (El Espectador): “Soy muy consciente de que
estamos parados sobre lo que alguna vez fue el cauce de un río que por
generaciones les dio sustento a las comunidades que aquí habitan”. Con
mucha tristeza, se añade el término “sin comentarios”.
¿Qué
dice el consorcio minero que maneja El Cerrejón? En un escueto comunicado, se
lee lo siguiente: “Cuatro años después de
iniciar el proyecto de modificación parcial del arroyo Bruno, el nuevo cauce ha
permitido crear un corredor de biodiversidad de 24 kilómetros que va entre la
reserva forestal de Montes de Oca y el río Ranchería, consolidándose como el
punto de conectividad más al norte del corredor biológico “Wuinn Manna” de más
de 25.000 hectáreas, el cual hemos venido fortaleciendo para conectar la Sierra
Nevada de Santa marta y la Serranía del Perijá de la mano de las comunidades
vecinas”. ¿Y la otra contraparte,
la comunidad? En el sitio web de la CINEP, se puede leer el siguiente concepto,
que va muy de acuerdo con lo expresado por la comunidad: “Los
impactos acumulados y sufrimientos cotidianos que padecen las personas y la
naturaleza en zonas de sacrificio terminan en una muerte lenta y silenciosa del
territorio de la cual nadie asume responsabilidades”. ¿Cuándo se
entenderá desde el Alto Gobierno, no importa quien esté ahí, que a las
comunidades se les debe respetar y no perjudicarlas, en aras de un supuesto
progreso para el país? Pero como se está en un gobierno sordo frente al Medio
Ambiente y Desarrollo Sostenible, el cual le ha mamado gallo a Acuerdo de
Escazú.
No hay comentarios:
Publicar un comentario