Sin
lugar a dudas, la guerra contra las drogas ha sido un fracaso mundial, y para
Colombia es un karma que la hiere con una marca que no cicatriza, se han
puesto los muertos y la destrucción del Medio Ambiente y el Desarrollo
Sostenible, sin recibir ningún beneficio. Ni la extradición de grandes
capos de la droga, ni la destrucción de pistas clandestinas ni el allanamiento
de laboratorios para la producción de alcaloides han sido paliativos para el
estigma que se ha creado alrededor de Colombia (El Proveedor de Narcóticos),
algo que en ciertos países de la región lo han aprovechado para atraer más
inversión extranjera. El dos de diciembre de 1993, cuando Pablo Emilio Escobar
Gaviria caía abatido en un techo de una casa en Medellín, todos pensaron que el
narcotráfico se iría de una vez por todas, craso error, luego vino el Cartel de
Cali y si bien sus grandes miembros fueron extraditados el problema siguió, ni
dando de baja al “Mono Jojoy” y “El Paisa” de las antiguas guerrillas de las
Farc, este fenómeno se ha podido detener. Los carteles mexicanos han hecho
alianzas con bandas criminales en Colombia, el Cartel de los Soles y ya no solo
se concentran en la cocaína, ahora tienen el fentanilo, de origen sintético.
Regresando
al tema de la presente columna, en días pasados un informe del SIMCI (Sistema
Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos para la ONU), dio una cifra
aterradora para el país (UNODC): “El Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos (SIMCI) de la
Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) reporta un
incremento del 43 % en el área sembrada con coca en el país, pasando de 143.000
hectáreas (ha) en 2020 a 204.000 ha en 2021. La producción potencial de
clorhidrato de cocaína también alcanzó su máximo histórico con 1.400 toneladas,
manteniendo la tendencia al incremento que viene consolidándose desde 2014”. Mejor lo hubiese dicho el ExProcurador y ExEmbajador Alejandro
Ordóñez Maldonado: “estamos nadando en un Mar de Coca”. Pero lo más
irónico es que la Mata de Coca no es la que mata, lo que mata es el comercio
ilegal de la cocaína (dejando su nefasta huella en toda su cadena de
producción, explotación, comercialización y consumo), y que, si bien a veces se
ha disminuido el número de hectáreas cultivadas, la cocaína sigue siendo de
alta calidad (según expertos) y Colombia acapara más del 80% de la producción
mundial.
Mucho silencio ha guardado los miembros del Gobierno (desgobierno) anterior,
ya que era un trabajo de ellos. El asco hacia el Acuerdo de Paz entre el Estado
Colombiano y las Farc, así como querer imponer el glifosato como un punto
inflexible hicieron que el fracaso se notase; como dirían por ahí, la Economía
Naranja favoreció esta ilegalidad. El ExPresidente Duque, quien ahora anda
dirigiendo una entidad supuestamente ambiental, está calladito con el tema,
puesto que este fracaso, así como la crisis de su Centro Democrático, hicieron
que se metiesen en semejante enredo, y perjudicasen al país de una manera
inmisericorde. Entre 2018 y 2022, tal vez lo único que hicieron en esta
materia fue la captura y extradición de alias Otoniel, pero del resto, se
quedaron pasivos esperando a que le dieran la bendición a ese veneno llamado
glifosato, que supuestamente iban a importar de China (de un laboratorio que ni
siquiera lo conocen allá). Esto debería servir de lección al país para empezar
a hablar sobre la legalización de estos cultivos ilícitos, ya se han dado unos
cuantos pasos con la marihuana, ahora deberá venir el debate con la mata de
coca, y que no saquen la disculpa de que “no queremos ver drogadictos al
lado de los centros escolares, y que se debe recurrir a la Virgen de
Chiquinquirá, según Uribe”.
Tremendo reto se le viene para el gobierno de Gustavo Petro, quien
afortunadamente ha puesto sobre la mesa el debate de cambiar el enfoque de
represión y policivo por uno de medicina y preventivo a este flagelo del
narcotráfico. Eso sí, deberá ser cuidadoso y muy efectivo en las acciones
que vaya a tomar, porque hablar de legalización (en lo que se está de acuerdo)
produce urticaria en las grandes potencias mundiales; ya que aún sueñan con el Armagedón
contra las cadenas de narcóticos para mostrar éxitos y tener réditos políticos,
y continuar con el poder. Es hora de dar pequeños pero efectivos pasos en la
legalización de estos cultivos de hoja de coca, ya que sería la mejor manera de
controlar su producción (por lo menos permitir el cultivo de máximo 120 mil
hectáreas para pequeños productores (campesinos, indígenas y afro, para uso
medicinal, alimenticio y recreativo controlado)). Las aspersiones aéreas que se
hicieron en tiempos pasados con glifosato solo se hacían para población
vulnerable mientras que para grandes productores ilegales nada les pasaba; llegó
el momento de empezar a trabajar para cambiar dicho chip, no se puede continuar
perjudicando a los más pobres (lo mejor es el PNISS para favorecerlos) mientras
que los hampones poderosos siguen en la impunidad.
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