martes, 29 de abril de 2025

LA CIUDAD Y LOS PERROS

 

Para leer este libro por primera vez, tuve en cuenta varios aspectos; si bien Mario Vargas Llosa no me cae bien como persona, da la impresión de ser arrogante, engreído y poco dado al debate (caso puñetazo a García Márquez), me parecía que es alguien que en política se acomoda a las circunstancias. En sus años de juventud fue simpatizante de la Revolución Cubana hasta que la detención de un disidente amigo suyo, le hizo cambiar de parecer. Ni hablar de sus preferencias políticas en Perú, en 1990 se enfrentó a Alberto Fujimori en segunda vuelta, perdiendo; pero al poco tiempo se volvió su “Nuevo Mejor Amiguis”, mostrando una preferencia por el modo de ser del Dictador Ojirrasgado; incluso, apoyó en 2021 a su hija Keiko en la campaña electoral, de donde salió electo Pedro Castillo, quien fue destituido por el Congreso Peruano para darle paso a Dilma Duarte. Ni hablar de su vida personal, se casó con una tía política y luego con su prima (quien realmente fue el amor de toda su vida); después tuvo unos desvaríos amorosos hasta caer en las manos de Isabel Preysler, con quien vivió diez años de peleas y de guerras, para luego regresar con su familia en Lima, donde murió hace poco.

 

El libro que se leyó se llama “LA CIUDAD Y LOS PERROS”, una de las obras más representativas del Nobel de Literatura (2010), que tiene muchos relatos de la juventud de Don Mario. Para entender dicho libro, se debe partir de tres ejes fundamentales: el primero, la Escuela Militar de Cadetes Leoncio Prado en Lima (Perú), donde aparentemente envían a los jóvenes para volverse hombres y responsables del futuro del país. Pero todo lo que ocurre allá es digno de cualquier aventura: entran licores y cigarrillos de contrabando, la ley del más fuerte impera allá, la desesperación por el enclaustramiento hace de las suyas, el vivo vive del bobo, mientras que el bobo se resigna a su suerte. La época en que ocurren los acontecimientos descritos en la obra data de la década de los cincuentas, donde los militares en Latinoamérica (bien sea desde las presidencias o desde los Ministerios de Defensa y Guerra, constituyéndose en los poderes oscuros y reales). El desorden y el caos reinan mientras que la apariencia permite que el Plantel Educativo y Militar sobreviva en medio de las Fuerzas Militares. El personaje de la obra que más se asimila a Vargas Llosa sería el Cadete Alberto Fernández, a quien le tienen el remolquete de El Poeta, por los escritos que hace, incluso eróticos.

 

El segundo eje sería el robo de un examen de química que le iban a hacer a los Cadetes de Quinto año. La persona que lo hizo fue enviada por órdenes de un grupo de Cadetes que ejercían las funciones de los mandamases, matoneaban a los más débiles (ejemplo, el Cadete Cava (El Serrano) y el Cadete Arana (El Esclavo). Pero todo se cae el día de los exámenes cuando en pleno salón empiezan a tirar el papel con las respuestas, cayendo al lado de quien cuidaba en el momento, a el salón. Todo originó un escándalo de marca mayor, el confinamiento fue total hasta no aclarar semejante problema; pero el Cadete Arana en un intento desesperado de salir a la calle, da el nombre del autor del fraude (Cava), quien es humillado delante de todo el mundo y expulsado de la escuela. Empiezan las desconfianzas y los roces entre los cadetes de dicho grupo, donde juran que se vengarán del “Soplón” si lo llegan a descubrir. Pero todo se interrumpe con la realización de ejercicios militares, donde vendría el siguiente eje.

 

El último eje es la muerte en plenos ejercicios militares del Cadete Cava (el Esclavo). En el mando militar del Plantel Educativo se lleva el asunto como un simple accidente militar, donde el Cadete no se fijó bien en los procedimientos, como si no hubiese más. Pero para el Cadete Fernández se puede tratar de un crimen, cuyo principal sospechoso es un Cadete con el alias de Jaguar, quien le hacía la vida a cuadros al Esclavo, y tenía varios antecedentes de robo en su adolescencia. Por más que quiso Fernández, de que se aclarara todo y se castigara al culpable, incluso con la ayuda de El Teniente Gamboa (quien también recibió  un injusto castigo, ya que fue trasladado a una ciudad pequeña en Perú), no se pudo hacer mayor cosa porque imperó el criterio de que si salía a la luz pública todo lo que ocurría, cerrarían el Leoncio Prado y le acabarían las carreras militares a muchos por ahí. Pero como nada vuelve a hacer lo mismo, Jaguar recibe en cierta forma su castigo, el desprecio de la mayoría de sus compañeros y a final cuando trata de pedir ayuda al Teniente Gamboa (ya de salida), recibe su desprecio y que se resigne a vivir con la carga de un muerto. Pensar que todavía esta clase de desgracias se viven en varios estamentos militares de la región.

No hay comentarios:

Publicar un comentario