martes, 25 de noviembre de 2025

SIEMPREVIVA Y MURAL

 

Hace 40 años, exactamente entre el seis y siete de noviembre de 1985, se dio uno de los acontecimientos más humillantes para la Historia de Colombia como País; las masacres en el Palacio de Justicia por las tomas y retomas posteriores que se dieron, debido a la irresponsabilidad y arrogancia, tanto del M-19 como de las Fuerzas Militares. No se puede considerar como una “Genialidad” según Gustavo Petro, ni se estaba “Defendiendo la Democracia”, como lo afirma Alfonso Plazas Vega. Pudieron más los intereses particulares (entre los cuales había muchos oscuros, toca recordar que se estaba analizando la constitucionalidad del Tratado de Extradición firmado en 1980), así como muchos casos de torturas, violaciones y desapariciones que se encontraban bendecidas por el nefasto “Estatuto de Seguridad”, durante la administración Leyva Camacho – Turbay Ayala entre el siete de agosto de 1978 y la misma fecha, pero de 1982. Todo esto suena a extraño, pero en un país donde se le quita el esquema de seguridad a la sede del Poder Judicial bajo mentiras días antes de la hecatombe, sumando al Ego de los Jefes del Grupo Guerrillero, cuando pretendían hacerle un juicio que no era legal, al Presidente de ese entonces, Belisario Betancourt Cuartas. ¿Hubo varias intentonas golpistas, de los guerrilleros como de ciertos miembros de las FFMM? La pregunta sigue ahí para ver si algún día la responden.

 

Porque un hecho tan podrido como este, jamás se debe repetir, es que debe reflexionarse siempre sobre la mayor conveniencia del diálogo para debatir los problemas del país y solucionarlos, que la vía de las armas, llevándose a un mundo de vidas inocentes, como lo que pasó en el costado norte de la Plaza de Bolívar hace más de cuarenta años. Para esto, se recomienda mirar, leer y escuchar, tanto una película de cine colombiano (Siempreviva) y un libro (Mural, de Ricardo Silva Romero). “Siempreviva”, basada en la obra de Miguel Torres, bajo la el trabajo de Clara María Ochoa, es un filme que le revuelve a quien la ve, lo más profundo de su alma: transcurre en la casa donde vivía Julieta (personaje central de la obra y quien desaparece en el Palacio de Justicia, mientras trabajaba en la Cafetería del mismo), su madre Lucía jamás se resignará a tener duelo por su muerte y tendrá en su corazón la esperanza de que algún día regrese. Este triste acontecimiento traerá consecuencias sobre los demás habitantes de esta casa, que se ubica cerca a la Plaza de Bolívar.

 

Ellos son: Humberto (hijo de Lucía y hermano de Julieta), Carlos (quien tiene un negocio de prendería, y ejerce presiones indebidas sobre los demás para obtener réditos económicos, tiene un hijo preso en EEUU por llevar cocaína), Sergio y Victoria (pareja residente, quienes padecen los problemas del rebusque en su vida matrimonial). Al final, la búsqueda de Julieta (personaje basado en Cristina Guarín, desaparecida y asesinada) y la verdad, los hará reflexionar y unirse. El Libro “Mural”, de Ricardo Silva Romero (escritor y columnista de El Tiempo), también es un trabajo hecho, tanto con experiencias personales (la mamá del autor trabajó años antes de la toma en el Palacio, mientras que un tío, murió en la barbarie por órdenes de Andrés Almarales, Jefe del M-19), así como todos los expedientes judiciales que se han abierto sobre el mismo, y los testimonios expuestos ante la Comisión de la Verdad. Se pone a describir cada acontecimiento como si fuese un mural o cuadro pintado, desde la creación del mismo M-19, hasta las decisiones desacertadas del Comando de las FFMM para “recuperar” el Palacio de Justicia, pasándose por encima al Comandante Supremo, o sea, el Presidente de la República, ¿Porqué Belisario en calidad de presidente asumió toda la responsabilidad en un discurso posterior?

 

El conocimiento personal de Ricardo Silva sobre varios de los trabajadores (Judiciales y Administrativos) del máximo ente judicial colombiano en ese entonces, hace que se vaya caminando, mirando y palpando todas las oficinas, con sus respectivos empleados, sus cosas personales, sus sueños de futuro y sus amistades. Cuando ya había balacera en el mismo y el incendio era incontrolable, aún mantenían la esperanza de que hubiese un diálogo, pero los posibles canales de comunicación entre ellos y la Casa de Nariño fueron rotos (¿quién asumirá esta responsabilidad?); los ruegos de Darío Reyes Echandía, así como los buenos oficios sugeridos por el Ministro de Justicia de ese entonces, Enrique Parejo González (quien era paisano de Almarales), fueron desatendidos; incluso se le dio prioridad a un partido de futbol en la noche del miércoles seis, mientras estaba “El Palacio en Llamas”. Durante muchos años los restos del destruido palacio permanecieron como un testigo mudo y triste de la historia, y si bien, hoy en día hay una construcción que se alinea más al estilo de la Plaza de Bolívar; seguirán las voces de las víctimas (ejes centrales de “Siempreviva” y “Mural”) exigiendo Verdad, Justicia y Reparación, que el Estado Colombiano debe darles, para que no continúe la impunidad.

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