Para leer este
libro por primera vez, tuve en cuenta varios aspectos; si bien Mario Vargas
Llosa no me cae bien como persona, da la impresión de ser arrogante, engreído y
poco dado al debate (caso puñetazo a García Márquez), me parecía que es alguien
que en política se acomoda a las circunstancias. En sus años de juventud
fue simpatizante de la Revolución Cubana hasta que la detención de un disidente
amigo suyo, le hizo cambiar de parecer. Ni hablar de sus preferencias políticas
en Perú, en 1990 se enfrentó a Alberto Fujimori en segunda vuelta, perdiendo;
pero al poco tiempo se volvió su “Nuevo Mejor Amiguis”, mostrando una
preferencia por el modo de ser del Dictador Ojirrasgado; incluso, apoyó en 2021
a su hija Keiko en la campaña electoral, de donde salió electo Pedro Castillo,
quien fue destituido por el Congreso Peruano para darle paso a Dilma Duarte. Ni
hablar de su vida personal, se casó con una tía política y luego con su prima (quien
realmente fue el amor de toda su vida); después tuvo unos desvaríos amorosos
hasta caer en las manos de Isabel Preysler, con quien vivió diez años de peleas
y de guerras, para luego regresar con su familia en Lima, donde murió hace
poco.
El libro que se
leyó se llama “LA CIUDAD Y LOS PERROS”, una de las obras más representativas
del Nobel de Literatura (2010), que tiene muchos relatos de la juventud de Don
Mario. Para entender dicho libro, se debe partir de tres ejes fundamentales:
el primero, la Escuela Militar de Cadetes Leoncio Prado en Lima (Perú),
donde aparentemente envían a los jóvenes para volverse hombres y responsables
del futuro del país. Pero todo lo que ocurre allá es digno de cualquier
aventura: entran licores y cigarrillos de contrabando, la ley del más fuerte
impera allá, la desesperación por el enclaustramiento hace de las suyas, el
vivo vive del bobo, mientras que el bobo se resigna a su suerte. La época en
que ocurren los acontecimientos descritos en la obra data de la década de los
cincuentas, donde los militares en Latinoamérica (bien sea desde las
presidencias o desde los Ministerios de Defensa y Guerra, constituyéndose en
los poderes oscuros y reales). El desorden y el caos reinan mientras que la
apariencia permite que el Plantel Educativo y Militar sobreviva en medio de las
Fuerzas Militares. El personaje de la obra que más se asimila a Vargas Llosa
sería el Cadete Alberto Fernández, a quien le tienen el remolquete de El Poeta,
por los escritos que hace, incluso eróticos.
El segundo eje
sería el robo de un examen de química que le iban a hacer a los Cadetes de
Quinto año. La persona que lo hizo fue enviada por órdenes de un grupo de
Cadetes que ejercían las funciones de los mandamases, matoneaban a los más
débiles (ejemplo, el Cadete Cava (El Serrano) y el Cadete Arana (El Esclavo). Pero
todo se cae el día de los exámenes cuando en pleno salón empiezan a tirar el
papel con las respuestas, cayendo al lado de quien cuidaba en el momento, a el
salón. Todo originó un escándalo de marca mayor, el confinamiento fue total
hasta no aclarar semejante problema; pero el Cadete Arana en un intento
desesperado de salir a la calle, da el nombre del autor del fraude (Cava),
quien es humillado delante de todo el mundo y expulsado de la escuela. Empiezan
las desconfianzas y los roces entre los cadetes de dicho grupo, donde juran que
se vengarán del “Soplón” si lo llegan a descubrir. Pero todo se interrumpe con
la realización de ejercicios militares, donde vendría el siguiente eje.
El último eje es la
muerte en plenos ejercicios militares del Cadete Cava (el Esclavo). En el mando
militar del Plantel Educativo se lleva el asunto como un simple accidente
militar, donde el Cadete no se fijó bien en los procedimientos, como si no
hubiese más. Pero para el Cadete Fernández se puede tratar de un crimen, cuyo
principal sospechoso es un Cadete con el alias de Jaguar, quien le hacía la
vida a cuadros al Esclavo, y tenía varios antecedentes de robo en su
adolescencia. Por más que quiso Fernández, de que se aclarara todo y se
castigara al culpable, incluso con la ayuda de El Teniente Gamboa (quien
también recibió un injusto castigo, ya
que fue trasladado a una ciudad pequeña en Perú), no se pudo hacer mayor cosa
porque imperó el criterio de que si salía a la luz pública todo lo que ocurría,
cerrarían el Leoncio Prado y le acabarían las carreras militares a muchos por
ahí. Pero como nada vuelve a hacer lo mismo, Jaguar recibe en cierta forma
su castigo, el desprecio de la mayoría de sus compañeros y a final cuando trata
de pedir ayuda al Teniente Gamboa (ya de salida), recibe su desprecio y que se
resigne a vivir con la carga de un muerto. Pensar que todavía esta clase de
desgracias se viven en varios estamentos militares de la región.